Cada mañana inicio con vigor mi paseo por el barrio. Primero una vuelta de reconocimiento al Parque del Café. Lleno de vida y de vecinos que salen a pasear sus mascotas. Ya son caras habituales a las que saludo cada mañana. Empiezo a sentir que soy parte del barrio.
Enfilo una de las calles que conecta el Parque del Café con el del Perú. Admiro cómo ha crecido el seto frente a una de las casas. Plagado de flores amarillas, el arbusto ocupa media acera por la que paso. Acaricio una de las flores para sentir su aroma. Es casi imperceptible. Es su color el que destaca.
Llego al Parque del Perú y una joven conversa con su celular. Me mira, me sonríe y me saluda con la mirada. Le devuelvo la sonrisa y sigo mi pacífico paseo, apenas alterado por el soniquete de la construcción de Hyde Park Nunciatura. Elevo la vista y compruebo lo avanzada que están la obra.
Esta tranquilidad de mi paseo matutino, contrasta con el ajetreo estresante de mi regreso a Escazú. Pienso mientras me acerco a Café St. Honorè, en donde tomaré un delicioso café con una canastilla de fresas.
De regreso paso por la esquina en la que se construirá TriBca Rohrmoser y compruebo que el barrio se está poniendo más verde con las últimas lluvias. Me doy cuenta de lo privilegiado que soy al vivir frente al Parque.
Es vivir en Nunciatura…